Muchas gracias por invitarme a participar en este ciclo de conferencias sobre el síntoma en el siglo XXI, que el mismo título es ya una indicación de que algo nuevo se ha producido en este comienzo de siglo, y me ha parecido muy oportuno el tema porque es necesario una apuesta a punto de lo que entendemos por síntoma en el momento actual, en el 2014.
He titulado mi aportación :
VARIACIONES SINTOMÁTICAS ACORDES A NUESTRA EPOCA
Pensé en un título con resonancias musicales, que necesariamente introduce el factor tiempo. Una variación tiene el mismo patrón armónico pero varía fundamentalmente el tiempo y la melodía.
Así pues, puse el meridiano en el año 2000, en el momento justo del cambio de siglo, y llevé mi reflexión unos 14, 15 años antes, a mediados de los 80, que es el tiempo en el que comencé mi práctica, con lo que para un psicoanalista de orientación lacaniana conlleva de formación teórica, de controles (supervisiones) y del propio análisis. Me interesé pues en este período del que he sido testigo directo y os puedo contar.
Al pensar en los años 80, dos acontecimientos me parecieron los más relevantes a nivel planetario: la irrupción del SIDA, que considero que fue una emergencia de lo real que vino a poner fin a la fiesta de los 70 y primera mitad de los 80 , causó horror y estragos en ciertos estilos de vida, ciertos modos de gozar y puso en jaque al narcisismo científico del momento, no sabían cómo había aparecido ni cómo curarlo. Y la proliferación de todo tipo de teorías y moralinas. La peste rosa hizo surgir los mismos prejuicios que la peste negra.
Los movimientos ciudadanos anti-SIDA, dando respuesta, haciendo invenciones frente a este real, del que no se sabía nada.
El otro acontecimiento que destacaría fue la caída del muro de Berlín, que puede leerse como la caída del dominio de los ideales, el mundo estaba dividido entre un sistema capitalista y un sistema comunista, y la demolición del muro fue el ejemplo de cómo el capitalismo reabsorbía el comunismo, como anecdótico la venta de trocitos de muro como souvenir, y abriendo paso a la era de la globalización, de un único mercado.
Qué pasaba esos años en el campo del psicoanálisis de orientación lacaniana: pasaban muchas cosas, porque fue un tiempo de fundaciones de los institutos del campo freudiano, fue un momento de creación, de organizarse, de formar estructuras que nos fueran propias para promover la formación y la transmisión del psicoanálisis.
Desde el lado más teórico, Jacques Alain Miller, dictó un seminario, allá por el año 1987 – 88, que tituló: Diagnóstico Diferencial entre Neurosis y Psicosis, que fue un seminario para clarificar la distinción de las neurosis y de las psicosis; pero para ello eligió, en un buen número de sus lecciones, trabajar el caso del Hombre de lo Lobos, que es el caso más complejo que escribió Freud, que ha recibido todos los diagnósticos posibles y que él mismo se presentaba como el Hombre de los Lobos y firmaba así sus cuadros, en fin construyó una clasificación en la que sólo cabía él. Es decir, escoge el caso que no encaja bien ni en la neurosis ni en la psicosis.
Era un tiempo, los años 80, que se trabaja fundamentalmente en torno al diagnóstico diferencial, considerando que hay un tiempo para las entrevistas preliminares para detectar el diagnóstico, de neurosis y psicosis y entonces hacer la dirección de la cura en las neurosis y ver el posible tratamiento para los casos de psicosis.
Y había la idea que es desde la neurosis desde donde se podía hacer verdaderamente la experiencia de un análisis, y ésta es la tradición freudiana, Freud exploró las neurosis, su interés por las psicosis era puramente teórico, su teoría, en concreto su teoría sobre la libido, tenía que ser válida para todas las categoría, y de hecho su estudio de las psicosis es el estudio de un libro, de un testimonio de un señor al que no vio nunca.
Y la construcción teórica sobre las neurosis la hizo en torno a lo que se llamó el complejo de Edipo, lo que haría la diferencia es si se pudo salir o no del avatar del complejo de Edipo, si se pudo sepultar.
Los tres tiempos del Edipo
Hoy sabemos que es orientativo pero no es decir mucho sobre las psicosis si nos quedamos aquí.
Incluso cuando Lacan comienza su enseñanza años 50 – 60, el corpus teórico es para la neurosis: la demanda, el deseo, la falta en el Otro, la división subjetiva, las operaciones de Alienación y Separación para la construcción subjetiva en el campo del Otro son términos utilizados para las neurosis.
Nos orientábamos en la neurosis, como os digo, por una clínica heredera del complejo de Edipo: un niño y sus padres, entonces la vida era así, las relaciones familiares eran mucho más estables y sólidas, y las identificaciones, tanto imaginarias como simbólicas tenían un peso específico. Podríamos decir que una clínica en torno a las identificaciones, que se habían construido organizadas en torno al complejo de Edipo, o en la relectura de Jacques Lacan en torno al Nombre del Padre, como operador que posibilita la metáfora del sujeto.
En los tratamientos posibles para las psicosis, se trabajaba con muchísima prudencia, con la orientación lacaniana: de ser secretarios del alienado (explicar), con mucho respeto: el psicótico sabe que ignora la lengua que habla, no simule saberla usted.
Posición de respeto: dejarse enseñar por el psicótico.
En muchos casos surgía la pregunta por la transferencia: ¿cómo ha hecho lazo social con el analista, cuando no hay una suposición de saber? ¿Qué función podía cumplir el psicoanálisis para un psicótico?
Los casos tenían valor de enseñanza cuando eran paradigmáticos, cuando podían explicar bien lo que era una histeria, lo que era una obsesión, una paranoia, una esquizofrenia… y si no estaba claro, si habían dudas, era porque aún no habían surgido cuestiones más cruciales respecto a la transferencia, fundamentalmente; a veces se controlaba eran neurosis, otras parecían psicosis.
A principio de los 90, con la remodelación de Europa, tras la caída del muro, con la guerras también en territorio europeo, sin dejar de explosionar por el mundo entero, y el avance de la globalización vimos emerger 2 tipos de patologías, lo que llamamos: las nuevas formas del síntoma: las patologías relacionadas con el objeto: las adicciones, primero las tóxicas y luego a una gran diversidad: al juego, al sexo, al deporte, a internet… , y con otro cariz, en relación al objeto y al cuerpo: la anorexia, la bulimia; y
un 2º fenómeno fue la expansión de la clínica infantil, hasta entonces una clínica minoritaria, lo más grave que le pasaba a un niño era tener dislexia, luego apareció el diagnóstico de fracaso escolar y la escala ha ido en aumento en una progresión geométrica, en cuanto al número, a la vez que se han ido adelantando los diagnósticos, cada vez a edades más tempranas, en psicosis infantil y autismo.
Estas nuevas formas del síntoma, complicaron todavía más la clasificación diagnóstica. Ni se pueden considerar síntomas, en el sentido freudiano, es decir formaciones del inconsciente a descifrar, ni son una estructura clínica pero sin embargo socialmente tuvo un impacto a nivel mundial dentro de la Salud mental, se abrieron servicios, centros… Una clínica que ponía en primer plano la cuestión del goce, y la cuestión del objeto.
A mediados de los 90, cada vez habían más casos difíciles de diagnosticar. En el 96, en Angers, se convocó un conciliábulo, por cierto el Conciliábulo, no es un Concilio, es una conspiración o una camarilla, éste término, escogido por Jacques Alain Miller, es como se llamaron las reuniones previas a la revolución francesa. Entonces, se invita ir a Angers, una ciudad pequeña, a hora y media de París, a los analistas a “conspirar” de nuestra teoría, con aquellos casos que algo llamaba la atención. Se pone sobre la mesa, a cielo abierto, escuchando, una vez más: lo que no encaja: “Efectos de sorpresa en las psicosis”, y se invita a los analistas, no tanto lo paradigmático del caso, si no más bien lo que les llamaba lo que les sorprendía de lo que no encajaba con la teoría. Se vuelve a convocar al año siguiente, ahora ya una “Conversación”, en Arcachon, más lejos de París, descentralizar; con el título: “Casos raros: los inclasificables de la clínica” pero se inaugura esta conversación con un caso titulado: “Un caso no tan raro”, pues la sorpresa había sido que no son tan raros los casos raros, que no son tan infrecuentes, y que justamente la dificultad para el diagnóstico, es que no son grandes manifestaciones, son por ejemplo leves fenómenos en el cuerpo; por ejemplo: un tono vital bajo.
Voy a rescatar como J.A. Miller inauguró esta conversación, fue diciendo: “Entramos en lo vivo del sujeto” y efectivamente cada vez más la rareza, lo más peculiar, la singularidad de cada caso es lo que nos enseña “lo vivo del sujeto”.
Al año siguiente, sí hubo ya una “Convención”, en Antibes, en septiembre de 1998, donde se trabajó de una forma más sistemática, por Secciones Clínicas las nuevas formas de desencadenamiento (más sutiles): Conexiones, desconexiones y reconexiones (Marseille), respecto de lo social.
Las neo-conversiones. Referidas al cuerpo (Burdeos)
Las neo-transferencias (Angers).
En la lógica temporal lacaniana podemos decir, que el efecto sorpresa fue el instante de ver, la conversación el tiempo de comprender y la convención fue el momento de concluir. Y se concluyó, con un significante nuevo: “Psicosis ordinarias”, para significar que eran frecuentes, normales, para distinguirlas de las psicosis extra-ordinarias, de ruidosos desencadenamientos, de construcción de metáforas delirantes sólidas, complejas, o de las manifestaciones esquizofrénicas, normalmente graves.
Se puso de manifiesto una clínica “flou”, vaga, ligera, líquida, por tomar el término de Zigmut Bauman, en consonancia con lo que él mismo describe de la “sociedad líquida”, un aflojamiento de los vínculos sociales, afectivos, laborales y una movilidad inédita en estos lazos.
Tres años verdaderamente fructíferos de renovación de la teoría analítica, que produjo incluso una especie de “epidemia” de diagnósticos de psicosis ordinarias; pero sin duda ha abierto el campo a la investigación.
Para explicar estos casos había que recurrir a la última enseñanza de Lacan, que va en la dirección que tanto en las neurosis como en las psicosis, hay un punto de abrochamiento, en las neurosis es lo que llamamos Nombre del padre, como un operador lógico y en las psicosis es un abrochamiento, tipo no-nombre-del-padre, y esto es lo que nos pusimos a explorar a finales de siglo, y seguimos.
El inicio del Siglo XXI, estuvo marcado por los atentados de Nueva York, Madrid y Londres, lo que evidenció una vez más, y de forma inédita: lo real sin ley y que confrontó a cada uno con el impacto de lo imprevisto. Me parece muy adecuada la expresión del Eric Laurent que denominó: La sociedad del trauma, también es suya la expresión: el trauma generalizado. Las últimas Jornadas de L´ecole. “Los traumatismos en la cura analítica. Buenos y malos encuentros con lo real”. Es complejo el concepto de “trauma” en psicoanálisis. No es lo que le pasa a Cary Grant en “Recuerda”.
Ha sido un período de preocupación por la clínica de lo social : Realización de Foros, creación de redes, centros de tratamiento… que ha revertido en una diversificación de la clínica y una flexibilización de la práctica, aunque tal como era el tema del Congreso del 2004: “Sin standars pero con principios”
Una práctica que acoge, que escucha la particularidad de cada sujeto, para ello hace falta el tiempo, el tiempo para tener efectos de tratamiento, es decir para poner de relieve lo que ha comandado la vida del sujeto, lo que lo ha mantenido estable o lo que lo ha desestabilizado.
Lo que se ha podido resolver a través del sentido, es decir lo que se ha podido descifrar y lo que no.
Podríamos entender como síntoma, en el siglo XXI, lo que no se puede dejar de hacer, lo que insiste, la tendencia más básica del sujeto, lo que no cambia, el patrón armónico o des-armónico más bien que repetimos. Recuerdo a un músico de jazz hablando de lo interesante que es la arritmia, entonces no lo entendí, hoy lo entiendo un poco más
Y justamente esta des-armonía que cada uno tiene, es lo que podemos considerar como lo más propio de cada uno, porque es también lo que hace que cada uno esté forzado a apañárselas con lo que no funciona. Hay una discordia fundamental en el ser hablante que es ineliminable. La cuestión es ver qué se hace con esto.
El síntoma en el siglo XXI, lo retranscribimos poniéndole una “h” intercalada, entre la T y la O, la h muda de la pulsión, que es silenciosa y lo pronunciamos en francés, y así hablamos del sinthome, que es la última aportación de Lacan con la que podemos abordar más adecuadamente la clínica contemporánea, y ofrecer la posibilidad de hacer de otra manera, incluso de encontrar la buena manera de hacer.
Tómese como una variación musical, el sinthome (que incluso escribimos en cursiva) y que nos permite diferenciar los malestares, los síntomas – en plural – es decir, los disfuncionamientos o quejas con los que las personas acuden a consultar, a ser tratados, síntomas que pueden ser descifrados, y el sinthome que es la parte irreductible del síntoma, lo que no se cura, pero puede cifrarse de otra manera y se le puede dar otro uso, pienso que esta es la apuesta, al menos una de ellas, del psicoanálisis hoy en día.
Concha Lechón
Conferencia pronunciada el 21 de Febrero de 2014 en la Universidad de Málaga en el ciclo de Conferencias organizadas por el Instituto del campo Freudiano en Málaga